jueves, 21 de junio de 2018




INQUISIDORES DE LA COMUNICACIÓN PERUANA

Escribe: Orlando Contreras

Somos Huancavelica: Indígnate.

En cuanto a comunicación masiva asistimos o somos consumidores y espectadores pasivos, callados e indiferentes. Testigos vivenciales de una especie de linchamiento público, con muerte incluida, como en el lejano Oeste. Continúa el viejo vicio nacional de juzgar y acosar con elementos de juicio superficiales. Ocurre a diario con la más turbadora regularidad en la televisión y  la radio nacional. También, en la prensa escrita con más cautelosa hipocresía
Una amplia cuadra de lamentables demagogos, armados de prodigioso humor sectario y estúpido, manejan a los entrevistados para acorralarlos con preguntas y repreguntas que lo conducen al terreno de interés del entrevistador; transmisor sumiso del empresario comunicador, vale decir patrón. Esto ocurre cuando se trata temas políticos: minería ilegal, negociación de recursos naturales (petróleo o gas) o protestas populares justificadas, huelga de maestros, marchas contra el Congreso ; transparentar la administración de cooperativas, satanización inmisericorde a la izquierda, encubrir a políticos corruptos, etc.
Estos entrevistadores, estoy casi seguro que ganarían con creces la medalla de oro del oportunismo. Son indudablemente la reencarnación misma de Torquemada. Para orgullo de su vil trabajo, esgrimen una continua pose de censor con su díscolo dedo acusador contra todo el que le interese destruir, sin ningún sentido de la proporcionalidad ni un mínimo de consideración a la decencia y a la veracidad.
Estos presentadores no tienen parecido a Torquemada, no tienen físico para ello, parecen más bien al rancio cura resentido que acusaba y acosaba en los procesos inquisitoriales. Testimonios vivos de la Santa Inquisición colonial. Únicos dueños de la verdad, químicamente puros, transparentes argentados de la inquina y la especulación.
Lo peor de todo, dicen hablar en nombre de la democracia y de la información, en igual proporción que Torquemada y sus secuaces decían hacerlo en nombre de Dios  y de la iglesia. Al igual que estos, son tan sectarios que sus acusaciones y persecuciones se circunscriben siempre a la misma zona del espectro político peruano o la rutina popular caída en desgracia. Es más, estos mismos inquisidores son los que han ayudado –y continúan ayudando- a esa bazofia política del fujimorismo, aprismo y demás caudillos del oportunismo o grupos políticos populistas (Toledo, Humala) que pretenden seguir moviendo sus tentáculos con funestos resultados. La manipulación pública es constante, ante nuestra inocente o cómplice pasividad.
Podemos constatar a diario  como estos ilusionistas  de la comunicación emplean la misma técnica: tocar las teclas más miserables del ser humano para tener éxito, como son la pobreza y e ignorancia de los grupos más desamparados.
Cuando se trata de sensacionalismo  delincuencial en sus diferentes modalidades (asesinatos, violaciones, asaltos, etc.) o desgracias personales o masivas, a las víctimas los acosan hasta la saciedad por espacios prolongados, hurgando hechos que no conducen a la razón de la noticia. Martirizan despiadadamente a las víctimas, incluso no dejan en paz a los muertos  para continuar con su espectáculo basura, enviando equipos de televisión o radio a domicilio. Y finalmente, con el más sucio cinismo dramático se compadecen  de la víctima y les hacen llegar su pesar, sus condolencias y hacen plegarias para que descanse en paz el occiso.
Y el nivel idiomático, en adjetivación y conjugación, amén de otras atrocidades, no tienen nombre, confunden o equivocadamente mal tratan  nuestro rico y variado idioma. Están peor que palo de gallinero.
Nuestra débil democracia, por razones morales y legales o intereses de los encargados de garantizarla se acomodan o conviven con una prensa abusiva e intolerante.
Amamos la libertad, a decir de Mario Vargas  Llosa: “ella no es moral ni inmoral, sino genuina, subversiva, incontrolable…” y en nombre de esa libertad los inquisidores de la comunicación deberían  apostar por una patria nueva, desarrollada y justa para hallar formas de vida con salud, educación  y respeto  solidario.



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