INQUISIDORES DE LA COMUNICACIÓN
PERUANA
Escribe: Orlando Contreras
Somos Huancavelica: Indígnate.
En cuanto a comunicación masiva
asistimos o somos consumidores y espectadores pasivos, callados e indiferentes.
Testigos vivenciales de una especie de linchamiento público, con muerte
incluida, como en el lejano Oeste. Continúa el viejo vicio nacional de juzgar y
acosar con elementos de juicio superficiales. Ocurre a diario con la más
turbadora regularidad en la televisión y
la radio nacional. También, en la prensa escrita con más cautelosa
hipocresía
Una amplia cuadra de lamentables
demagogos, armados de prodigioso humor sectario y estúpido, manejan a los
entrevistados para acorralarlos con preguntas y repreguntas que lo conducen al
terreno de interés del entrevistador; transmisor sumiso del empresario
comunicador, vale decir patrón. Esto ocurre cuando se trata temas políticos:
minería ilegal, negociación de recursos naturales (petróleo o gas) o protestas
populares justificadas, huelga de maestros, marchas contra el Congreso ; transparentar
la administración de cooperativas, satanización inmisericorde a la izquierda, encubrir
a políticos corruptos, etc.
Estos entrevistadores, estoy casi
seguro que ganarían con creces la medalla de oro del oportunismo. Son
indudablemente la reencarnación misma de Torquemada. Para orgullo de su vil
trabajo, esgrimen una continua pose de censor con su díscolo dedo acusador
contra todo el que le interese destruir, sin ningún sentido de la
proporcionalidad ni un mínimo de consideración a la decencia y a la veracidad.
Estos presentadores no tienen
parecido a Torquemada, no tienen físico para ello, parecen más bien al rancio
cura resentido que acusaba y acosaba en los procesos inquisitoriales.
Testimonios vivos de la Santa Inquisición colonial. Únicos dueños de la verdad,
químicamente puros, transparentes argentados de la inquina y la especulación.
Lo peor de todo, dicen hablar en
nombre de la democracia y de la información, en igual proporción que Torquemada
y sus secuaces decían hacerlo en nombre de Dios
y de la iglesia. Al igual que estos, son tan sectarios que sus
acusaciones y persecuciones se circunscriben siempre a la misma zona del
espectro político peruano o la rutina popular caída en desgracia. Es más, estos
mismos inquisidores son los que han ayudado –y continúan ayudando- a esa
bazofia política del fujimorismo, aprismo y demás caudillos del oportunismo o
grupos políticos populistas (Toledo, Humala) que pretenden seguir moviendo sus
tentáculos con funestos resultados. La manipulación pública es constante, ante
nuestra inocente o cómplice pasividad.
Podemos constatar a diario como estos ilusionistas de la comunicación emplean la misma técnica:
tocar las teclas más miserables del ser humano para tener éxito, como son la pobreza
y e ignorancia de los grupos más desamparados.
Cuando se trata de
sensacionalismo delincuencial en sus
diferentes modalidades (asesinatos, violaciones, asaltos, etc.) o desgracias
personales o masivas, a las víctimas los acosan hasta la saciedad por espacios
prolongados, hurgando hechos que no conducen a la razón de la noticia.
Martirizan despiadadamente a las víctimas, incluso no dejan en paz a los
muertos para continuar con su
espectáculo basura, enviando equipos de televisión o radio a domicilio. Y
finalmente, con el más sucio cinismo dramático se compadecen de la víctima y les hacen llegar su pesar,
sus condolencias y hacen plegarias para que descanse en paz el occiso.
Y el nivel idiomático, en
adjetivación y conjugación, amén de otras atrocidades, no tienen nombre, confunden
o equivocadamente mal tratan nuestro
rico y variado idioma. Están peor que palo de gallinero.
Nuestra débil democracia, por
razones morales y legales o intereses de los encargados de garantizarla se
acomodan o conviven con una prensa abusiva e intolerante.
Amamos la libertad, a decir de
Mario Vargas Llosa: “ella no es moral ni
inmoral, sino genuina, subversiva, incontrolable…” y en nombre de esa libertad
los inquisidores de la comunicación deberían
apostar por una patria nueva, desarrollada y justa para hallar formas de
vida con salud, educación y respeto solidario.
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